Sábado 6 de febrero.
20:30 h. en Teatro Palacio de La Audiencia





XLIV

ESTE PIANO VIAJA PARA ADENTRO,
viaja a saltos alegres,
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.


Trilce. César Vallejo. 1922




Chano Domínguez piano.


Es casi un lugar común la idea de que el jazz y el flamenco presentan suficientes similitudes como para estar condenados a entenderse. Sin embargo no hay que dar por hecho que esta fusión es poco menos que fácil e inmediata. Cierto que son músicas intensamente expresivas provenientes en su origen de pueblos socialmente marginados, pero también presentan marcadas diferencias. A riesgo de simplificar en exceso podemos decir que el jazz, aunque parte de la sencillez germinal del blues, es casi desde sus comienzos un género que se aprovecha de los conocimientos formales de la música clásica occidental para transmitirse y construir sus arreglos. Pero, paradójicamente, también se sirve de esa base teórica para hacer de la improvisación su seña de identidad, sobre todo en el jazz moderno. Por el contrario el flamenco ha sido hasta hace bien poco una música popular, riquísima y compleja ya desde sus inicios, que se transmitía en general como memoria colectiva, dejando menos margen para la improvisación. Y en ambos géneros la interpretación tiene un marcado carácter creativo, logrando momentos mágicos y transmitiéndolos con voz personalísima a los oyentes, que llegan a implicarse con la música en una especie de trance.

A pesar de las distancias no es de extrañar, por tanto, que músicos de uno y otro género se hayan acercado recíprocamente desde hace décadas. ¡Cómo no!, los gitanos europeos, con su extraordinaria capacidad de absorber otras músicas, rindieron algún que otro pintoresco homenaje a sus homólogos flamencos españoles, como por ejemplo
Django Reinhardt en el tema Echoes of Spain, de 1939 o Andalousie (Winds an Strings), de Pierre Ferret (1938).

Quizá la primera grabación donde se acuña el término
jazz flamenco es un vinilo así titulado que grabó la orquesta del vibrafonista Lionel Hampton en su visita a España en 1956. Hay cierto aire español, pero, más que nada, predomina el swing trepidante del jazz de la época, y destaca el descubrimiento de Tete Montoliú por parte del músico norteamericano, que se deshizo en elogios ante el joven catalán, desconocido internacionalmente en aquel momento.

El primer
jazzman norteamericano que se acercó con rigor al flamenco fue, en su poliédrica trayectoria, Miles Davis. En 1957 y 1959 introdujo temas de sabor español en sus álbumes Miles Ahead y el celebrado Kind of Blue, entremeses de lo que sería a finales de 1959 Sketches of Spain, que incluye, además de una versión de El Concierto de Aranjuez, una saeta y una soleá. Muchos otros jazzmen norteamericanos se han inspirado eventualmente en la música española y en los aires flamencos: John Coltrane (Olé, 1951), Dizzie Gillespie, The Modern Jazz Quartet, Laurindo Almeida, Monty Alexander, Kenny Dorham, Chick Corea

De los saxofonistas españoles fue un pionero el navarro
Pedro Iturralde (Flamenco Jazz Vol 1 y 2, 1967), aunque no continuó con esta faceta. En la siguiente generación de saxofonistas, el madrileño Jorge Pardo ha demostrado un compromiso permanente con la música flamenca y, en la hornada saxofonística más reciente, el valenciano Perico Sambeat acaba de publicar su CD Flamenco Big Band.

Hay pianistas, como
Diego Amador, que trasponen al piano la música de la guitarra flamenca y guitarristas flamencos como Niño Josele, que reinventan al pianista de jazz Bill Evans.

En cuanto a, unas veces fusiones y otras mezclas, hay que destacar las colaboraciones de músicos de ambos mundos como la de
Paco de Lucía con los guitarristas de jazz John McLaughin, Larry Coryell o Al Di Meola, en la década de los 80, o la más reciente de Tomatito con Michel Camilo.

Actualmente la nómina de músicos, sobre todo españoles, que hacen, de un modo u otro, fusión jazz-flamenco es amplísima. Lo que significa que es un movimiento en plena efervescencia, con aciertos y fracasos, pero totalmente vivo y en búsqueda permanente: ha brotado una buena rama en el árbol del jazz, tan potente como lo fue en su día y sigue siendo el jazz latino.

Pues bien, si hay un músico donde esa fusión surge de forma natural porque ha mamado lo mejor de ambos mundos, ése es
Chano Domínguez, buque insignia del jazz español, sin más adjetivos, y de la fusión de jazz y flamenco con mayor reconocimiento internacional. El único español cuyo grupo actúa en la película Calle 54, o el único músico de jazz español que ha trascendido a públicos mucho más amplios que el del mundo del jazz, hasta ocupar con portada y reportaje un suplemento de El País Dominical. La inmersión flamenca le viene al pianista gaditano por la afición de su padre, que le regaló una guitarra a temprana edad. Al poco tiempo descubrió los teclados en el coro de su parroquia, del que formaba parte. A los 18 años forma el grupo CAI, adscrito al movimiento conocido como rock andaluz. Pronto comienza a interesarse por el jazz, cuya técnica le enseñó el pianista Bill Dobbins, en un seminario (1984) que le influyó para siempre. Estamos pues ante un músico de raza y gran talento natural que, en una época en que en España era muy difícil estudiar jazz, exploraba sus propios caminos. Visto con perspectiva, de esta necesidad hizo virtud, poniendo alma en una música que vuela mucho más allá de encorsetamientos académicos, pero sin que eso signifique que no haya una técnica prodigiosa al servicio de la riqueza expresiva y la imaginación musical.

En 1986 forma ya un cuarteto de jazz,
Hiscadix, con el que gana el primer premio en la Edición inaugural de la Muestra de Jazz para jóvenes intérpretes. A partir de ese momento las giras nacionales e internacionales son continuos, mereciendo numerosos premios. En 1990 quedó finalista en el prestigioso Concurso Internacional de Piano Martial Solal, al que se presentan más de 300 instrumentistas de todo el mundo. En 1992 forma su propio trío. Su disco Chano supone un verdadero hito del jazz español. Quizá, por primera vez, se consigue llegar a la esencia flamenca desde una inspiración genuinamente jazzística. En 1993 Wynton Marsalis se les une en las jam sesión en el Café Central y queda vivamente impresionado por el concepto musical de Chano.

Ha publicado 15 CDs propios y colaborado en decenas de proyectos de otros músicos, tanto de jazz como de otros géneros. Podemos citar a
Michel Camilo, Chucho Valdés, Javier Colina, Guillermo McGill, Mario Rossi, Marc Miralta, Tito Alcedo, Jorge Pardo, Tino di Geraldo, La Barbería del Sur, Ana Belén, Presuntos implicados, Martirio, Carmen Paris, Tomatito, Paquito D’Rivera, Enrique Morente, New Flamenco Sound y un larguísimo etcétera… Inquieto por naturaleza ha grabado también un CD de cuentos infantiles, con la voz de Constantino Romero y en enero de este año ha llevado a cabo una performance en el Teatro Real de Madrid y en el Auditorio de la Universidad Carlos III, interpretando música con su trío actual, mientras el pintor Gabriele Amadori da rienda suelta a sus pinceles en un gran lienzo, buscando entre todos la inspiración recíproca.

Chano Domínguez parte del jazz para reformular con absoluta coherencia canciones populares como La Tarara o El toro y la luna. Su notable técnica, su creatividad y su intuición para equilibrar proporciones son los mejores aliados con los que cuenta para trascender fronteras. Puede afirmarse sin dudar que Chano ha recogido el cetro que dejó Tete Montoliú, pero inventando una música nueva.


Referencias:

http://chanodominguez.net/
http://www.myspace.com/chanodominguez"
http://www.apoloybaco.com/chanodominguezbiografia
http://es.wikipedia.org/wiki/Chano_Domínguez"http://es.wikipedia.org/wiki/Chano_Domínguez

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