La fusión con la música negra… antes del jazz


Se dice, con razón, que Nueva Orleans –colonia francesa y española antes de ser norteamericana– fue la cuna del jazz, donde se fusionaron las músicas africana –conservada en parte por los antiguos esclavos– y europea. Allí el jazz tomó conciencia de ser un género propio, diferente, especial… La influencia española, el spanish tinge, o matiz español, fue considerado por Jelly Roll Morton como esencial para que la nueva música funcionase como lo hacía. Y las habaneras y danzones de la cercana Cuba sazonaban esa “fusión”, cuando este término todavía no se utilizaba para intentar describir las mezclas musicales. Hay que añadir que las más complejas poliritmias de la música africana no se incorporaron plenamente al jazz hasta algunas décadas más tarde, y no en Nueva Orleans sino en Nueva York, cuando el jazz moderno de Dizzie Gillespie incorporó en 1947 los ritmos negros de la Cuba profunda, tal como salían de las manos del genial Chano Pozo y otros.

Pero mucho, mucho antes de esto, los ritmos sincopados del África subsahariana, traídos por mercenarios, eunucos, esclavos y esclavas negros, habían producido un mestizaje cultural y étnico que impregnó la música popular en amplias áreas circunmediterráneas, tanto en el Magreb como en la Península Ibérica. Dicha mercancía humana era muy apreciada por los beduinos, entre otros motivos porque enriquecía su música, bastante más simple. Y a la Península llegaron esos esclavos negros, tanto a las áreas reconquistadas por los cristianos -a menudo traídos por comerciantes judíos-, como a los dominios de los musulmanes, en al-Andalus. Hay presencia reconocida de esclavos negros en la Península desde la época del emirato, en el siglo IX, algunos de los cuales se hicieron famosos por ser músicos.

Si la arquitectura árabe nos ha dejado magníficos ejemplos repartidos por buena parte de la península, y en nuestras facciones se reconocen los rasgos de tantas razas y culturas no cabe sino pensar que, aunque de forma más oculta, en nuestra música late el pulso de los árabes y de sus esclavos negros, capturados desde Sudán hasta el África Occidental al menos desde los siglos VII y VIII.

Escucharemos el guembri en este concierto de Gabacho Maroconnection. Es un instrumento de tres cuerdas que cumple la función de un bajo muy rítmico con papel de solista. Así nos llegarán los sonidos y los ritmos de la música gnawa, procedente de esclavos negros del África Occidental capturados para servir a los bereberes. Y escucharemos el n’goni, instrumento popular de cuerda de Mali, Senegal y Burkina Faso. Si dejamos volar la imaginación no estaremos tan lejos del sonido de los blues primitivos, llevado a Norteamérica por esclavos de la misma zona. ¡Hasta se han hecho con el guembri versiones de temas de Jimi Hendrix, siglos después, que parecen pensados para ese instrumento! Estos viajes de ida y vuelta, como los que se describen también para contar el mestizaje de la música española y latinoamericana, no hacen sino evidenciar que, en múltiples circunstancias históricas, la música ha sido capaz de establecer un diálogo fructífero entre muy diversas culturas.

Para saber más…

El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española. Santiago Auserón. Ediciones Península. 2012.

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